Corría el año 2004 que estaba haciendo senderismo por el Pais Vasco. Nunca lo había visitado así que todo me sorprendía. Estaba alojado en Lazkaomendi y ese día subí por Ataun para hacer un lindo sendero por Aralar. Al terminar pensé que estando tan cerca de Navarra sería bueno conocer el valle de Arakil. Atravesé un bosque frondoso por la bajada con la agradable sensación de que todo lo que veía era nuevo. Justo en la última bajada pude divisar el valle en todo su esplendor pero lo que más me llamó la atención fue una hermosa quilla rocosa que se elevaba alta y grandiosa en medio de los campos verdes. Lo más sorprendente es su delgadez en la parte superior que se inicia por una atractiva y sugerente frontal y termina varios kilómetros más allá fundiéndose con la sierra de Urbasa. Los del lugar le llaman San Donato pues en todo lo alto está la ermita del mismo nombre que es objeto de romerías todos los años.
Desde entonces se me quedó fijada como un referente natural que me llamaba cada año que subía por otoño a la zona. En el otoño de 2005 me dejó pasmado cuando ví que por el frontal salía una cascada de agua. Era la seña evidente que tenía que hacer la romería por fuerte que fuera la subida así que en 2006 desde Unanu hice la subida y sorprendía a los romeros preguntándose qué hacía un andaluz allí.
Poco a poco fui mitificando la zona. En 2006 conocí en su base el pueblecito de Torrano, su generosa fuente de agua cristalina y, más adentro, su bosque de hayas y la magia de las formaciones rocosas y vegetales del alto de Pagomotxeta. También debía de frecuentar el manantial de Lizarraga que se encuentra algo más arriba del pueblo, cuando uno se dirige a lo alto del puerto del mismo nombre. Esta fuente se convirtió en obligada tomar agua y beberla durante unos días en mi casa de Almería como un modo de viajar al lugar.
Fui acumulando ansiedad de hacer algo grande en San Donato y pensé que lo mejor sería subirlo por la cara que da al valle de Arakil y bajarla por Unanu. Y que mejor hacerlo acompañado de mi hijo, que es la persona más fiable para hacer justo lo que se planifica y siempre con un tono festivo por mal tiempo que haga. En efecto, el día 1 de noviembre de 2017, tuvimos ocasión de poner a prueba nuestra armonía haciendo senderismo. Hacía mal tiempo en San Donato, llovía a rachas, hacía un viento frío que asustaba a los del lugar y una persistente niebla que en algunos tramos del camino, principalmente en la estrecha meseta de arriba, no dejaba hacer fotos. Cuando nos percatamos de que estábamos arriba tras una dura, resbalosa y peligrosa subida en medio de la tormenta, nos dimos un fuerte abrazo que casi paró la tormenta.
Después con cierta dificultad pues no se veía nada salvo el track del móvil que nos guiaba nos fuimos acercando a la ermita y, tras dar un rodeo, vimos que era posible entrar, lo cual fue una gran sorpresa encontrarnos bastante gente en el refugio de su interior. Esto nos sirvió para recuperar algo el maltrecho cuerpo y comer algo y hacernos la única foto en la meseta de arriba. Poco después iniciábamos el descenso hacia Unanu. Por esta cara no hacía tanto frío y, en ocasiones, lucía un sol apagado propio del norte.
Pasamos por hermosos bosques de hayas hasta llegar a una fuente a la que hicimos honores antes de comenzar algo que esperaba desde hacía bastante tiempo: rodear desde su cara sur hasta la norte la “cabeza” de San Donato. En el reportaje fotográfico se puede apreciar con qué primor me dediqué a fotografiar la mole de roca por todas sus caras.